La palabra autoridad (auctoritas) está en relación con la palabra autor (auctor). Profundizando en este sentido, vemos que ser autor, principio, para un ser, es ser aquél del que recibe alguna perfección: o cuando le comunica el ser y las cualidades adecuadas a su naturaleza; o cuando le conduce a su fin. Gobernar es mover a alguien a su fin debido (“movere aliquos in debitum finem”). Contrasta con el concepto de dominio. En la subordinación por dominio, el señor busca su propio bien. En el gobierno por autoridad el superior busca el bien del súbdito. Tenemos pues un carácter distintivo de la verdadera autoridad: buscar el bien de los súbditos (cf. Jaime Bofill, Revista Filosofía, año II, nº 5, p. 363-375, 1943). Decían de Jesús los de la sinagoga de Cafarnaún (Mc 1, 28): Enseña con autoridad una doctrina nueva, incluso manda los espíritus malignos, y le obedecen. ¡Qué diferencia con los fariseos! ¡Qué diferencia también con el Príncipe de este mundo! Cristo, Principio y Fin de todas las cosas, alfa y omega, enseña con autoridad, con un poder que libera, nos conduce con su gracia, nos llama a la comunión, quiere nuestro bien, nuestra salvación. ¡Seguimos!
Vuestro párroco