Ser o no ser…
Ser o no ser católico, ésta es la cuestión. Cuestión de vida (eterna) o muerte. Aún en el s. XXI, vivimos en una sociedad en la que la mayoría de la población se declara católica. Y es sorprendente y admirable. Pero, ¿en qué se distingue a un católico de un no católico? ¿En la fe, la vida, la familia, la dieta, el voto, la economía…? Aquí surgen algunas preguntas: ¿Se puede ser católico sin creer la fe de la Iglesia? ¿O sin recibir los sacramentos y vivir el Domingo? ¿O sin vivir la moral de la Iglesia fundamentada en la ley natural y la gracia? ¿O sin orar nunca o casi nunca? Todos tenemos un padre y una madre. ¿Se puede ser hijo sin tener contacto con ellos, o haciéndoles guerra? ¡Por supuesto! Pero qué desgracia (y a la vez… qué esperanza de reconciliación y de plenitud). Ciertamente, católicos e hijos lo somos por el nacimiento, por el bautismo, hijos de Dios, hijos de la Iglesia. En este punto del verano, preguntémonos, ¿cómo está la comunión de corazones, la comunión en la fe y la moral católicas? ¿Cuáles son los obstáculos que están actuando como auténticos tapones de la gracia? Un chorro de vida nueva nos espera. Somos católicos. Vivamos como tales. Vuestro párroco