Señor, dénos siempre este pan.
Del Beato Juan van Ruysbroeck: “Como gran signo de amor, Jesús nos ha dado su carne como comida, su sangre como bebida. Es algo inaudito que exige de nosotros admiración máxima. Lo propio del amor es dar siempre y recibir siempre. Ahora bien, el amor de Jesús es a la vez espléndido y ávido. Todo lo que tiene, todo lo que es: lo da. Todo lo que tenemos, todo lo que somos: él lo asume. Tiene un hambre infinita… Cuanto más nuestro amor le deja actuar, más ampliamente disfrutamos. Tiene una hambre inmensa, insaciable. Sabe que somos pobres, pero no lo tiene en cuenta. Se hace pan él mismo en nuestro interior, haciendo desaparecer primero, por su amor, vicios, faltas y pecados. Luego, cuando nos ve purificados, llega, ávido, para asumir nuestra vida y cambiarla a la suya. Nos da a experimentar un hambre y una sed eterna. A esta hambre, a esta sed nos da en alimento el cuerpo y la sangre. Cuando los recibimos con devoción interior, su sangre llena de calor y gloria corre desde Dios hasta nuestras venas. El fuego se adentra en nosotros y el gusto espiritual penetra en el alma y el cuerpo, el gusto y el deseo. Nos hace semejantes a sus virtudes: Él vive en nosotros y nosotros en Él”. Vuestro párroco